Entre la abstracción y perfiles referenciales, espacios genuinos que contienen magia y hechizo. Fernando Palacios (Valladolid, 1976) ensalza la materia para ir de una naturaleza sentida a otra pensada. Fue fragmentario, utilizando de forma gestual los pigmentos y ahora se decanta por espacios mágicos cuajados de sensaciones telúricas, y misteriosas.
No imita a la naturaleza, la hace visible, juega con la emoción y la sensibilidad hasta crear sutiles texturas que exaltan tanto lo orgánico, como lo onírico, sin surrealismo.
Tomás Paredes. Presidente de la Asociación de Críticos de Arte/ AICA Spain
A Fernando Palacios se le conoce no sólo por su consistente trayectoria en la pintura, jalonada de premios, exposiciones y reconocimientos varios, también y sobre todo por la ineludible personalidad plástica de toda su obra. Hay artistas que poseen el don de la ubicuidad y nos topamos permanentemente con ellos aquí o allá; otros como Palacios prefieren batirse el cobre en soledad, saliendo de cuando en cuando a escena, no para dejarse ver sin más, sino obedeciendo a ese deseo urgente de hacerse comprender por el otro, que es bien distinto. Pintar es en Palacios un ejercicio necesario de autoexclusión temporal, y como también lo fuera para su compatriota castellano Díaz Caneja, un entrar en contacto con el paisaje, con la tierra de siempre.
Su informalismo orgánico, nos conminan a descubrir el pálpito mismo de la naturaleza y su esencia microcósmica, más allá de toda pulcritud naturalista o de toda visión de conjunto. A través del entendimiento de la pintura y sus materias, Palacios se aproxima cada vez más al fragmento y lo hace discerniendo del detalle la idea principal. Partiendo acaso de un accidente provocado, de un gesto, un salpicado o un lavado, la mirada se agudiza al máximo y fija en el soporte aquello que ya existía en la memoria. El resto se deja a la experiencia que a su vez conlleva la encomiable agilidad de la mano y sus movimientos a la hora de conformar mediante la mancha única, directa, reducida, todo un mundo real/soñado, de emociones sencillas que como semillas van brotando en arcanos misterios planetarios.
Amalia García Rubí. Comisaria y crítica
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