En algún momento de nuestra historia se acometió un gran asesinato: la realidad fue exterminada. Algunos filósofos y sociólogos describen así el paso que nuestra sociedad ha dado hasta sumergirse en un simulacro difícil de diferenciar de la propia realidad.
Las obras del colectivo artístico Club Sandwich indagan en la reinterpretación de los readymades, objetos instaurados en el ámbito artístico, pero mediante el juego de la simulación. Plásticos, globos, cartón… son descontextualizados al ser tallados en mármol y madera y vueltos a contextualizar, siendo pintados y colocados en su entorno original volviéndose imperceptibles a su nueva forma. De manera que se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué es lo real?
La mímesis fue la primera forma de arte y la que más perduró en el tiempo. Copiar la realidad fue lo que los antiguos griegos utilizaron como arte. Pero la mímesis no es sólo una forma objetiva de representar lo que se ve, siendo el sujeto (artista) mediador del objeto (la obra), este se dedica a reproducir estéticamente la expresión, partiendo de la reflexión. Esto sirve para poner en duda la propia racionalidad de nuestra sociedad; es decir, que al copiar estos objetos en materiales como el mármol se convierten en absurdos, dejando ver así la falta de sentido de lo existente.
Estas obras se inspiran en el objeto cotidiano, el cual se encuentra a nuestro alrededor. Al ser sacado de este entorno y situado en el museo permite la contemplación y la reflexión de lo que pasa inadvertido. Duchamp quiso, con esta fórmula, cuestionar la fidelidad de la institución museística. Nuestro colectivo parte del hecho que la institución en ese aspecto quedó evidenciada hace tiempo, y utiliza un proceso similar pero dándole un nuevo sentido a la ubicación del objeto en el museo, sin ninguna diferencia visual aparente con otros objetos cotidianos, y en los que la diferencia entre lo “real” y lo “simulado” no puede ser reconocida, solamente producida.
La idea que se plantea es que cada objeto en el mundo puede ser visto como “real” y como “simulado”. La obra deja ver, de esta forma, la diferencia entre lo real y lo simulado poniendo una determinada cosa bajo la sospecha de que no es real sino simulada. Una característica importante del museo -es decir, la institución- es que no permite la experimentación del sentido del tacto. Allí todas las obras nos son dadas de lejos y por medio de la vista, parámetro que consiente el juego que se establece al colocar una de las piezas dentro del museo que parece lo que no es, lo cual permite poner en duda que todas las obras que contemplamos en su núcleo podrían ser lo que no parecen.
Por otro lado, vemos mediante los objetos un reflejo de la banalidad de la sociedad contemporánea. Estos se han convertido en una manifestación de la ausencia crítica del ser humano. Éste, durante gran parte de su historia, ha aspirado a la transcendencia, le ha acongojado la incertidumbre y la sin razón del mundo, siendo él mismo un reflejo de estos paradigmas. Ahora solo refleja su propio mundo, un mundo artificial y objetual, un mundo simulado en el cual el objeto se convierte en su eje central, por tanto, en el propio simulacro. Todos estos objetos tienen sobre nosotros una fascinación, una irradiación artificial, cumplen una función de absorción e ilustran así una sociedad en la que hemos absorbido hasta el vértigo de nuestra propia realidad y nuestra identidad misma.
Otra de las constantes que confluye en las obras es la idea de que el mármol pueda ser capaz de rejuvenecer, convirtiéndose así en contemporáneo al ser disfrazado como si fuese plástico.
Los objetos nos absorben y nos irradian, pero, para nosotras, hay una clase de objetos que por su capacidad de pasar inadvertidos se han convertido en nuestros objetos fetiche. La elección de estos se caracteriza además por el hecho que han de ser insignificantes, desechables, y efímeros, esos pequeños ápices de belleza que resplandecen entre los desechos: plásticos, cartones y demás inventos del ser humano para abastecer su total comodidad y expansión.
Son objetos sin identidad, fabricados en cantidades industriales, que gozan de una vida extremadamente corta. Algo así parecido a lo que nosotros somos.
Sonia Padilla
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