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del arte
   
 
Solo la nada
Solo la nada
Fotografías
Exposición
Hasta el 8 de noviembre
 
  CAC Vélez Málaga Francisco Hernández
Félix Lomas, 27
29700 Vélez-Málaga (Málaga)
web: cacvelezmalaga.es

Exposición:  Solo la nada. Fotografías

Artistas: José Manuel Blanco Manrique, Andrés Brejio, Carlos Castro García, Gonzalo De Quinta Valle, Esteban D'Azúa, Angie Gago, José Luis González Reche, Sergio Hijano López, Álvaro Mané, David Morales, Javier Navarta, Juan Manuel Pérez Martín y Pablo Prats

Liberar la imagen de lo figurativo y dejarla en el concepto más abstracto de la nada, no es despojarla de lenguaje. De hecho, se enriquece de pensamientos más puros y sin prejuicios. Podríamos pensar que la nada es el tácito escenario que soporta el mundo material. Pero cuando tratamos con ella, las establecidas reglas que conocemos, se transforman en otras que rigen este vacío, como puertas a otra dimensión paralela, pero sobre todo extrañas y distintas.

El filósofo alemán Heidegger (1889-1976) no se preguntaba por qué se afirma que hay una nada, en clara diferencia con el pensamiento del filósofo francés Bergson (1859-1941), sino por qué no la hay. La negación de algo tangible y real es por tanto la deducción de su nada, de su antagónico dimensional, de un negativo en otro plano o de otra irrealidad.

De hecho, solo vivimos en un efímero presente. Atrás solo queda un frágil recuerdo, que al igual que la cola del cometa, se difuminará en el espacio vacío y delante de nosotros, un sol que nos consumirá como futuro. Nuestra percepción de nuestra realidad, nos hace deducir la evidente nada que nos rodea. Es esa nada la que deduce y se pregunta María Zambrano en su reflexión “Delirio del incrédulo” mientras que se hospedaba en el Hotel d´Inghilterra de Roma en 1950 y que nos ocupa en esta exposición.

Y de hecho, deducir, ha sido en muchos de los campos científicos lo que ha demostrado esa gran irrealidad que es la antesala de la nada: el mundo cuántico, la energía oscura, la antimateria… Por tanto, descubrimos que la nada no es más que otras leyes de gobiernos distintas a nuestro perceptivo mundo.

Esto me recuerda que hasta hace bien poco, unos 1500 años, el número cero no era considerado un número natural, ni formaba parte de las ciencias matemáticas como actualmente lo es. Hoy aceptamos el prendido de un impulso eléctrico de 0,5 voltios en nuestro ordenador como un valor 1, en su sencillo y a la vez complicado sistema binario. Pero el “no encendido”, la ausencia de voltaje, su apagado, transcrito como 0, es también un valor reconocible y computable por la máquina. Sería como si la música, entre sus notas y acordes, no necesitase de los silencios.

En 1915 el artista ruso Kazimir Malévich crea el movimiento artístico Suprematismo. Promovía la abstracción geométrica y el arte abstracto, en búsqueda de la supremacía de la nada y la representación del universo sin objetos. Pero su mínima expresión era la representación de formas simples geométrica, principalmente círculos y cuadrados. Los artistas adheridos a este movimiento rechazaban el arte convencional buscando la pura sensibilidad y la creación de obras, no solo no representativas, sino también despojadas de todo mensaje social. Aun así, el Suprematismo se fue sobrecargando de formas, cromatismos y composiciones que desvirtuaron la búsqueda de la ausencia representativa.

40 años más tarde, el artista Mark Rothko (1903-1970), que abandona de joven la actual Letonia para establecerse en Nueva York, llegará a concluir que sus pinturas no son ni siquiera abstractas, afirmando que el color y las formas no eran objeto de su interés. Decía: “callar es bastante acertado”. La finalidad de la pintura solo puede ser de provocar en el espectador experiencias interiores, búsqueda del propio yo, de invitar a la reflexión y a la introspección. Obras de 1960 como “Black on Dark Sienna on Purple” o la serie “Black on gray” de su última etapa, se oscurecen y se despojan de coloridas manchas visibles para abrazar la ausencia. Una de sus conocidas frases: “No hay nada como una buena pintura acerca de la nada”.

Pero, si alguien comprendió esta vacua verdad, fue el director japonés de cine Yasujiro Ozu (1903-1963). Su tumba, despojada de ningún nombre, ni fecha inscrita, se localiza en el templo de Enga Kuji en la ciudad de Kamakura. Solo tiene un carácter de la escritura japonesa llamado “mu”. “Mu” expresa el vacío, la nada, la ausencia, pero “la nada” como un componente integral que armoniza la naturaleza. En la estética Zen, “mu” se utiliza para designar el espacio vacío que queda entre las flores de los arreglos. En el budismo Zen, en la meditación, una mente en blanco o vacía, es esencial para alcanzar la claridad y hacer que la ideas fluyan. En la arquitectura tradicional japonesa y en el Bauhaus también, el espacio como el valor más importante y la delimitación de la líneas como la frontera con las realidades.

 

Javier Navarta. Licenciado en Bellas Artes

 
 
 
 
Museo Lázaro Galdiano