[...] Sin duda, la fotografía se encuentra en un momento extraño, entre una especie de abuso, de mainstream en el que, además, todos tienen miles de herramientas a su alcance para añadir filtros y efectos, así como el abuso o explotación de la imagen como píldora de momentos y la fotografía como investigación artística.
En un punto intermedio, alejado del fotoperiodismo, de la investigación plástica profesional o del abuso exponencial en las redes, tenemos a toda una serie de personas que, bajo una sensible mirada estética, se acercan a la fotografía de una forma entregada, completamente sobrecogidos por la magia que el objetivo aplica sobre cualquier visión que nos ofrece nuestro hábitat. Aprender a mirar, pues, es importante; aprender a mirar y plasmar en una imagen esa forma de observar, transmitiendo un mensaje, canalizando una idea.
El concurso de fotografía de La Vidriera llega en este 2018 a su edición número 27. Conviene, ahora más que nunca, revisar los últimos diez años de su trayectoria en los que, de un modo imperante, el cambio de lo analógico a lo digital ha suplido la magia del revelado y del disparo por el poder que tienen las miradas de losparticipantes, a veces románticas, a veces punzantes, a veces irónicas..., pero que atienden a unos principios tan reales como los de sus ediciones predecesoras: La magia de mirar a través de un objetivo. Acotar la mirada y focalizar la atención sobre un aspecto personal que destaca quien pulsa el disparador, y que contiene, con ese encuadre, un bagaje personal que hace que sea ese, y no otro, el instante a capturar.
En un mundo copado por imágenes es necesario pararse con detenimiento a pensar cuál de ellas debe perdurar. Los participantes en el maratón fotográfico organizado por La Vidriera se enfrentan a un reto, un híbrido entre el fotoperiodismo y la fotografía artística, ya que no conocen el tema propuesto por la organización hasta el momento de recoger su dorsal. Una fórmula que ha creado una colección de instantes de Camargo y sus gentes, su patrimonio, sus calles y su día a día que se terminan forjando como un valioso archivo documental que, indudablemente, convierte a Camargo y sus gentes en el foco de una dinámica cultural escasa en estos días.
Noemí Méndez