Colaboran: el investigador Jorge Blasco Gallardo, el pianista Luismi Segurado y el fotógrafo Javier Queizán.
El presagio del cartero que no llama nunca. Apostado en una mesa de cualquier taberna. Apostadas las cartas en un montón en medio de la plaza. El ritual exacerbado.
Lenguaje de signos. Caracteres. Un huevo en braille que pendula en una estancia alargada. Palabras y letras que surgen atónicas del escenario de un antiguo teatro. Atónitas también.
La música. Deleite combatible del alma humana.
Abstracción. La naturaleza.
La ópera y sus máscaras en un burdel imaginario. Ese anfiteatro en la plaza centralizada del cual sólo quedan unos apenas erigidos cimientos de piedra caliza que delatan su insistencia.
El eterno hermafrodita. Entre flores absorbidas por mariposas y serpientes parduscas que se regeneran gracias a la oruga.
Un laberinto. El mapa de la mente humana. Geografía de los sentidos y biología de las emociones. La obsesión de una entidad convulsiva que traspasa épocas y pervive gracias a ellas.
Sueño. Un lecho que cobija o que angustia colchones empobrecidos.
El sudor delata el nerviosismo de la expansión.
Oigo el canto del chatarrero a lo lejos, entre los senderos encontrados en la intersección de las calles, un sonido agudo, un silencio grave cubierto de trastos.