El último recorrido en la obra de Lidia Benavides indaga en la dimensión cromática de la luz, solicitando la atenta escucha de nuestra mirada y el compromiso personal con el placer de la introspección.
Hay una experiencia más mental que física ante sus últimas fotografías. Su fisicidad nos conduce hacia una experiencia de la pintura hecha de luz y cuya sustancia procede de la idea, de un continuo mental “sin principio ni fin”.