“Descifrar lo que está delante de nuestros ojos requiere una lucha constante”. Orwell.
La obra pictórica urbana del pintor español Daniel Parra Lozano (1980), alejada del realismo fotográfico y próxima al plein-air, busca insistentemente captar las atmósferas y ambientes propios de cada ciudad con el mayor realismo natural posible haciendo uso de técnicas, pinceladas y recursos personales que, por un lado, evitan el academicismo con el que se formó en su primera etapa y, por otro, invitan a descubrir un nuevo lenguaje y sistema de representación (fue necesario aprender a construir para poder saber destruir).
Lo que llama la atención al estar frente a uno de sus trabajos es la doble lectura que posee: una cercana y una lejana. La primera nos permite ver, con formas muy abstractas y frescas, la naturalidad y energía propias del proceso creativo. El artista no pretende transmitir al espectador un esfuerzo visual, sino una sensación de relajación a través pinceladas y trazos aplicados sin esfuerzo aparente. A medida que nos alejamos de la obra y pasamos a la segunda lectura, la lejana, nos damos cuenta de que se nos presenta una obra de acabado realista y perfectamente conformada.
En sus obras predomina con especial importancia una cuidada composición, unos ritmos visuales (o narrativa) que nos guían por el cuadro, un agradable y armónico colorido y una poderosa fuerza gráfica.