Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Morago ha realizado exposiciones individuales y colectivas tanto a nivel nacional (Madrid, Santander, Barcelona, Vigo) como internacional (Francia, Portugal, Canadá). Además de haber participado de manera activa en numerosas ferias como la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Singapur, Artexpo de Barcelona, la Feria de Arte Contemporáneo de Estrasburgo, Le Salon du Montreal y la Feria de Arte Moderno de Oporto, entre otras.
Como anuncia el título de la muestra, el artista ha reunido para su primera monográfica en Aurora Vigil-Escalera Galería de Arte, un selección de obras vinculadas a su “territorio”, entendido éste como el enclave personal de recuerdos que nutren sus creaciones.A la manera de un gabinete de Historia Natural, su exposición recoge naturaleza y fauna. De este modo, el espectador que acude a la muestra se encuentra ante el personal uni-verso pictórico del artista como si accediese a su gabinete de curiosidades o cámara de las maravillas. Éstas, que tuvieron su origen en el Renacimiento italiano, aglutinaban obras de arte y objetos del mundo natural (minerales, especímenes botánicos y zooló-gicos). Los primeros era denominados “artificialia” y, los segundos, “naturalia”.
Las obras aquí presentadas reúnen la paradoja de ser artificialia inspiradas en naturalia.Todo ello se complementa con el afán archivístico y enciclopédico que traducen sus obras de libros. Esta iconografía, muy presente en su producción, remite a la importancia del fondo documental de todo museo. Para David Morago las imágenes de esta exposición tienen una vocación perenne. Fija-das en su mente, en su “territorio”, estas pinturas poseen su germen en las inquietudes de su infancia. Son recuerdos del pasado traducidos en arte. Imágenes que contrarres-tan la transitoriedad de la postmodernidad y de todos esos iconos banales, caducos y carentes de significados individuales que la sociedad de los mass media nos hace absorber de forma ininterrumpida. Morago plasma su territorio mental con la misma delicadeza de la ejecución de un daguerrotipo y con una estética no exenta de un cierto tinte romántico.
En la perspectiva de David Morango su geosemántica se entiende en su exposición “Territorio” la sumas de los sentidos engendrados que carecen de mapas en la midria-sis de su visión en la búsqueda de un espacio más espiritual que físico. Un amante del origen que nos invita a volver a nuestra naturaleza. Donde su trazo de niebla se adelanta a cualquier anticipación de movimiento. El grafito nos sumerge en las ramas altas de la noche. Donde la austeridad y la ausencia de color toman un acto alquímico. Paisajes cristalizados, el rumor del agua, el código genético de su propia sabia y clorofila des-tilan un camino con las huellas de los hombres del renacimiento. Sin brújula y con un grito callado nos despierta en los acantilados del alma humana. La profundidad de su obra nos adentra en cada gemido unísono de cada animal que todos llevamos dentro. En su trayectoria es la obra mas desnuda dónde el artista incansable buscador de la belleza. Inconforme por instinto de espacios atemporales nos invita hacer de su terri-torio nuestro territorio.