La galería Gema Llamazares acoge por quinta vez la presentación del nuevo proyecto de Federico Granell (Cangas de Narcea, Asturias, 1974), Vuelve conmigo a Italia, un proyecto comisariado por Natalia Alonso Arduengo.
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca, en la especialidad de Diseño y Audiovisuales; continua su formación en la Nuova Accademia di Belle Arti de Milán y la Accademia di Belle Arti de Roma por medio de la Beca Sócrates (1998-1999) y la Beca del Ministerio de Asunto Exteriores (2000-2001) respectivamente. Más recientemente en 2017 recibe la XVI Beca AlNorte de Arte Contemporáneo, a través de la cual realiza un proyecto ad hoc para el Centro Niemeyer de Avilés, Extraños juegos.
Granell comenzó a exponer hace mas de una década y desde entonces viene participando en numerosas muestras individuales y colectivas, y aunque la pintura ha sido su medio de expresión mas habitual, ha trabajado también la escultura, la fotografía, el grabado o el dibujo.
Viajar, pintar. Volver a viajar y seguir pintando. Ambos verbos se entrelazan en el proceso creativo de Federico Granell. Es un eterno retorno. Roma, Florencia, Venecia, Nápoles, Capri, Sorrento, Palermo, Padua, Pompeya. Todas y cada una de estas ciudades italianas han sido vividas por el artista. Todas y cada una de ellas han sido almacenadas en su memoria, fijadas en su retina y recorridas con el espíritu del flâneur que sabe deambular por las calles y aprovechar ese “don de la errancia” (que diría Louis Huart) para la captación estética del mundo que le rodea y, en este caso, su posterior representación.
Vuelve conmigo a Italia es una suerte de geografía artística con banda sonora incluida. Es un juego evocador que invita al espectador a tararear las melodías referenciadas mientras se sitúa frente a la pintura. Es una invitación al viaje baudeleriano donde todo es belleza, todo es orden, todo lujo y quietud. Claudio Magris, en el prefacio del libro El infinito viajar, sentencia que “para ver un lugar es preciso volver a verlo”. Esto es, comprender el viaje como regreso. El viaje ha de recomenzar en un movimiento circular que no sólo implica el retorno al hogar (en el sentido del Ulises homérico) sino al destino. Una condición de status viatoris profano que hace que Granell peregrine de manera eterna y vuelva sobre sus pasos. Y, a su lado, viajamos. Volvemos con él a Italia.
Cada pintura y cada dibujo constituyen una parada en la travesía del pintor. Obra tras obra le acompañamos en su personal Gran Tour contempo-ráneo. Attilio Brilli analiza detalladamente el origen del fenómeno del viaje a Italia desde el Renacimiento, pasando por el itinerario ochocentista de investigación anticuaria y artística, hasta llegar a una actualidad caracterizada por la aceleración y la masificación (el recién bautizado como síndrome de Venecia). El escritor desvela al final del libro:
“Quienes revelaron al mundo, con ojos nuevos y diferentes, en su totalidad y a través de recorridos característicos, los paisajes y las ciudades italianas, pertenecen a ese género de personajes errantes para los cuales el viaje nunca es una vacación ni, mucho menos -tal y como sucede en los traslados turísticos-, un modo de despejar la mente. Se trata de una actividad intensa, una búsqueda apasionada y fascinante que empuja a vivir y dar sentido a cada instante”.
Federico Granell se encuentra entre el grupo de personajes descritos por Brilli. Más allá de visiones manidas y estereotipadas, ofrece un paseo emocional por la Italia anhelada. Cada imagen es una vivencia propia cargada de una atmósfera especial y cargada, también, de literatura. Ante sus escenas, los lectores de Guy de Maupassant rememorarán sus diarios de viaje por el Mediterráneo en “La vida errante” con pormenorizadas descripciones de la bella Florencia o del carácter extraordinario de las Catacumbas de los Capuchinos de Palermo. Del escritor francés (quien también parecía tener el “don de la errancia”) son las siguientes palabras: “Al hombre que vaga por el mundo le resulta prácticamente imposible no mezclar su imaginación con la visión de la realidad. Se acusa a los viajeros de mentir y de engañar a quienes les escuchan. Pero no mienten, no, lo que ocurre es que observan mucho más con el pensamiento que con la mirada”.
Viajar, pintar, imaginar. Volver a viajar, seguir pintando y continuar imaginando. Un tercer verbo ser añade al modus operandi del artista. Viajar es un acto intelectivo y cada lugar habla al viajero. En esta conversación se mira, se escucha, pero, sobre todo (siguiendo a Maupassant), se piensa. Porque el viaje, para Federico Granell, también es metapintura. Un segundo nivel de juego se presenta en sus lienzos. Un juego intelectual y estético a través del cual reflexionar, en un doble sentido, sobre el arte que encierra el viaje y sobre el arte que encierra el propio arte. Hablamos del cuadro dentro del cuadro. Una tautología. La intrahistoria del viaje vivido y representado; la intrahistoria de la Historia del Arte desde la Antigüedad a la contemporaneidad más absoluta de la Bienal de Venecia pues “un lugar no es sólo su presente, sino también ese laberinto de tiempos y épocas diferentes que se entrecruzan en un paisaje y lo constituyen”. Hemos retornado a Magris en el infinito viajar que nos proponen la obras de Vuelve conmigo a Italia. ¡Con Granell también en la Arcadia! (en recuerdo de J. W. Goethe).