A Modest Proposal (2016-2017) es una propuesta crítica con el actual proceso de industrialización alimentaria; especialmente con la relación entre las nuevas formas de producción y distribución de la comida en su alianza con el marketing y la publicidad, que está permitiendo (en los tiempos de la posverdad) enmascarar riesgos para la salud, ocultar las condiciones de abuso comercial y de explotación laboral en las que a menudo son producidos o distribuidos los alimentos, y simultáneamente proponer identidades y estilos de vida específicos a partir de la adquisición de éstos en tanto que bienes de consumo.
Tania Blanco sintetiza en este proyecto dos de las principales cuestiones de las que se ocupa en su trabajo: por un lado, el desarrollo tecno-científico y su separación de la naturaleza, que aquí se expresa en la preocupación por la dimensión biológica de la industria agroalimentaria actual, que basada en transgénicos y agrotóxicos parte de una confianza radicalmente antropocéntrica en el saber científico y su capacidad para controlar absolutamente todas las variables ocurrentes en los procesos naturales. Por otro, el problema del control de la información y las tecnologías de la producción de verdad expuesto en la manipulación informativa que el marketing y la publicidad, con sus diversas estrategias, le ofrecen al negocio alimentario. Detrás del discurso propuesto en A Modest Proposal hay un pensar lo político heredero de formas de pensamiento crítico, como el ecologismo y el feminismo que, desde el análisis de la experiencia cotidiana y de las relaciones entre lo público y lo privado, han revalorizado el compromiso ciudadano y la capacidad de acción política, al incluir la esfera privada como espacio de transformación social.
A Modest Proposal es un ejercicio de tergiversación crítica del discurso o de la narrativa que el objeto de consumo transmite, con referencias a marcas de producción o distribución alimentaria (Lidl, Mercadona, Roundup o Kellogs) con las que establece irónicos juegos de palabras o sarcasmos gráficos, en una estrategia de comunicación anti-publicitaria afín a movimientos activistas contemporáneos como el brandalism. En definitiva, una propuesta crítica sobre esta distopía actual en la que el imperio de la razón económica se impone a la vida, en un contexto de poderes biopolíticos y decisiones “tanatoeconómicas”.