La muestra que recoge su proyecto más reciente, se materializa en una única
instalación acompañada por una publicación de edición limitada, cuyo título,
tomado de la repetición de la misma imagen en la portada de 30 libros distintos,
resuena a través de estos tomos y fotografías que conforman el proyecto en su
totalidad. Thirty hotel rooms retoma reflexiones frecuentes en el trabajo de
Hevia, que van desde la maleabilidad de lo privado y las relaciones
interpersonales, hasta los conductos por los que circula la narratividad.
El interés de Hevia por recuperar obras fundamentales de la historia del arte, le
sirve como método para explorar como el potencial narrativo de ciertas
imágenes altera nuestros entornos más privados, así como la forma en la que
con su presencia, estas perfilan nuestros imaginarios colectivos. En cierto
modo, la recopilación de volúmenes que Raúl ha ido construyendo a lo largo de
los años, representa un escaparate en desuso. La imagen elegida, repetida y
desgastada, invierte el proceso de ilustración -representativa o alegórica- para
convertirse en un espacio de extrañamiento, vacuo, espectral. Esta sutil
alteración en la naturaleza de la imagen, obstruye su lectura, convirtiéndose en
un espacio para la creación de reflejos, donde se cuestiona la identificación,
veracidad e integración del individuo en el mundo. Treinta narrativas y treinta
imágenes que se articulan entorno a la idea del reflejo, del espejo como un
dispositivo distorsionador que altera nuestra percepción de la realidad, a la vez
que nos proporciona múltiples puntos de vista. Como en un caleidoscopio, las
imágenes están por todas partes, multiplicando para siempre sus significados y
unificando su identidad a la vez.
La combinación entre lo literario y lo puramente visual da lugar a un instante
que es a la vez mutable y estático, un palacio de la memoria en el que se
suceden recuerdos de espacios –arquitectónicos y psicológicos –
interconectados; mientras que el propio contenido de los libros abre caminos a
una metanarrativa donde cada vez, el narrador organiza la historia de distinta
manera. Cargada de cierta nostalgia, Thirty hotel rooms se construye a partir
del reciclaje y la transformación de una sola imagen que desencadena
asociaciones, obsesiones, recuerdos y hallazgos raros. Un terreno fértil para
los conflictos entre la memoria individual y el inconsciente colectivo: entre lo
íntimo y lo ficticio.