La cercanía del ser humano al paisaje en constante cambio y los ciclos vitales son para Javier Roz la aventura de conocerse a uno mismo. En “Los mismos ríos” decide enfrentarnos a la dualidad de ser (que no del ser); un camino lleno de semejanzas compartidas por todas aquellas personas que deciden vivir en evaluación continua. Una finalidad delicada puesto que, en el trasfondo de la realidad, la evolución tan sólo consta de dos partes: aprender y desaprender.
“En los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos” nos advirtió Heráclito, ya en el Siglo VI ac. Y es que, nadie puede cruzar dos veces el mismo río, aún siendo el mismo, pues ni uno ni otro son iguales cada vez.
La naturaleza se adapta al entorno y mantiene su ciclo de crecimiento allí por donde encuentra camino; el movimiento como la única constante. Ser parte de ese crecimiento, explorar y adaptarnos al cambio son las herramientas para reflexionar sobre la existencia cíclica de las cosas.
Es nuestra flexibilidad lo que condiciona nuestra evolución, y nuestra capacidad de adaptación lo que nos permite fundirnos y continuar como parte de algo mucho más grande que nosotros.
Con tres paletas básicas de color (amarillo, rojo y azul) “Los mismos ríos” nos abre una ventana a la posibilidad de los opuestos como un conjunto indivisible para el reconocimiento personal. Los paisajes en movimiento frente a la quietud humana y la facultad de la marcha constante para la que, parece, no estamos preparados. O quizás sí.
Texto: Roy Laguna