La cerámica de Manolo Sales, junto a su sublimada técnica adivina de conjuras químicas y ensalmos del horno, siempre ha tenido un postulado de plasticidad deducida de una poesía lírica y de una fantasiosa quimera. El artista al modelar sus formas, se incita con su quehacer, hasta el extremo de llegar a sentir, en ocasiones, un afán de amenidad. Así pues, no es extraño que esta serie que presenta en la sala Las Aulas de la Diputación Provincial de Castelló, la haya titulado «Divertimento», nombre procedente de las piezas musicales del barroco (perdurables hasta nuestros días) que tienen un carácter desenfadado y alegre.

Sin duda las piezas salidas de la mano del ceramista ondense, tienen además del propósito entusiasta que él mismo confiesa en su quehacer, un cierto ordenamiento de puzle a modo de arquitecturas de la naturaleza y del hábitat urbano. Es un sentir con vitalidad, la inmediatez de la existencia en la forma, en el tacto y en el color y también en su ordenamiento y en sus texturas.

El interés de las cerámicas está en la capacidad de suscitar recursos de la intuición, en el jeroglífico de las pareidolias de gredas que tal vez vemos, (o desafortunadamente, no vemos) en nuestro cotidiano deambular en la vecindad de suelos y paredes. Toda rugosidad emocional es un enigma y su resolución un reto que nos empuja hacia el conocimiento. Es cierto, «hasta una ruina puede ser una esperanza » significó de Miguel de Unamuno.

Esas arquitecturas, esos caminos, oteros o añicos de perceptivo argumento sin calendario, me hacen recordar a mi idolatrado Neruda: «Desde donde me vuelvo a la pared, en medio de la noche, desde donde estoy solo, cautivo bajo mi propia vigilancia, allí me hallo según la fe que me fabrico cada día». Es el arte de lo que surge táctil, insinuante e intenso por convicción en la literatura de una intensa utopía existencial abstracta.

Antonio Gascó