La muestra, comisariada por Salvador Carretero e Isabel Portilla, es una instalación videoartística producida para el espacio y la ocasión.
La obra parte y se fundamenta en las ideas de expectativa, “aquello producido al posicionarnos de forma consciente en una linealidad narrativa y deseo: la intensidad que provoca una activación de nuestro físico a través de la estimulación de los sentidos”, como afirma ella misma. La esencia videocreativa se desarrolla así jugando con actitudes relacionales de la dicotomía, entre lo racional y lo intuitivo, lo moderno y lo animista, lo figurativo y lo abstracto… Su trabajo le lleva a la grabación de objetos donde la distancia-espacio se hace micro-macro para desarrollar su propia potencialidad, planteando un ensayo audiovisual entre contenido histórico y superficie/imagen. La artista ha grabado distintas imágenes en museos y otros ámbitos, incluso cotidianos. La micrograbación hace que desaparezcan los conceptos de jerarquía y mediación, generando una nueva escala, sobre un soporte de realidad que se diluye, fundiéndose con la abstracción poética, otro registro, que no nuevo porque está también ahí.. provoca la propuesta de una mirada de placer, por el valor estético y poético de la pieza, en bucle infinito, circular o esférico, donde el principio y el fin también se disuelven, no existen, prevaleciendo lo sensual sobre lo racional. Se trata de toda una propuesta en pos de la salvación de lo bella, parafraseando a Byung-Chul Han, como referencia relevante sobre la que Munguía a fundamentado su trabajo, junto con otras, como son Adolf Loos, Vilem Flusser o Anselm Franke.