Antonio Fillol es uno de los artistas valencianos más particulares y atípicos de su generación tanto por la forma como por el contenido de sus obras.
A pesar de ser un pintor valorado en vida por un sector avanzado de la crítica, su obra no goza hoy del reconocimiento que debiera, siendo un artista a reivindicar por la actualidad y sincronía con el momento presente.
Fillol cultivó con brillantez diferentes géneros pero fueron la pintura social y la de género las que mayores éxitos y prestigio le proporcionaron, siendo también un agudo y profundo retratista, así como un refinado paisajista. Sus creaciones brillan con luz propia dentro del panorama de la pintura social de su tiempo y resisten la comparación con la de cualquier otro artista europeo; creaciones polémicas y controvertidas, como fue el caso de La bestia humana (1897) o El sátiro (1906), que hablan con claridad de una conciencia social y sentido crítico que hacen de la pintura un arma de estímulo y reflexión. La casi totalidad de su obra es fruto de la cultura del naturalismo del fin de siglo, indagando en factores sociológicos y psíquicos con la idea de hacer de la pintura un documento verídico y de análisis de las pasiones humanas.
La crudeza y radicalidad de algunos de sus temas establecen un vivo contraste con el naturalismo edulcorado y sentimental que prácticamente desarrollaron la mayoría de los artistas de ese período. Si en pintura puede hablarse con propiedad de un “naturalismo radical”, más o menos afín o equivalente al que se desarrolla en el terreno literario, pocos lo representan mejor que Fillol. Los flujos entre su pintura y la literatura de Blasco Ibáñez son muy intensos durante un período. Aunque estamos en otro tiempo y contexto, podríamos decir que Fillol, por la crudeza provocativa de una parte de sus obras, podría considerarse como el Courbet español del fin de siglo.
Sus orígenes son humildes. Es hijo de un zapatero del barrio del Carmen, en cuyo taller tuvo que trabajar un tiempo hasta que por fin pudo centrarse de pleno en el estudio de la pintura. El esfuerzo en el aprendizaje le permitió avanzar de manera segura en los mecanismos necesarios para el dominio del oficio, haciendo posible que la personalidad del artista no tardara en percibirse en edad temprana. No es quizás su caso el de un joven prodigio, pero lo cierto es que a los dieciocho años compone y se aventura ya con piezas complejas.
Organización: CONSORCI DE MUSEUS CV
Colaboran: CULTURARTS IVC+R, DIPUTACIÓ ALACANT
Comisario: Javier Pérez Rojas