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“Personalmente siempre he preferido pintar (sea retrato, figura, paisaje o bodegón) del natural, a ser posible con luz natural, con el modelo delante, con el número de sesiones necesarias y sin recurrir a atajos como la fotografía. Y tengo comprobado lo difícil del reto. Sé por propia experiencia los pocos barcos que llegan a buen puerto en este mar de la pintura. Mi pintura de bodegones trata de alejarse del ‘bodegón amable’, decorativo, basado en motivos de estética demasiado evidente como jarrones y flores. Y no porque la belleza de la rosa no me parezca deslumbrante, sino porque trato de buscar esa belleza en otros parajes menos frecuentados. No hace falta ir muy lejos: a nada que pasee uno la mirada alrededor los encuentra. Un humilde tarro de aguarrás, un carrete de hilo, una ristra de ajos, esconden cosas que no se ven a primera vista, paisajes en penumbra que se desvelan al ser iluminados por una larga observación. Se trata entonces de trasladar esas zonas de misterio al espacio acotado del lienzo. Y tener muy en cuenta la dimensión-tiempo (ya que, lo hemos visto, nada hay inmóvil en una ‘naturaleza muerta’), atrapando al vuelo ese instante único en el que la angulación de las luces y sombras crea el hechizo.”
(Miguel Angel Eugui).
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