Emilia Trueba es la protagonista de la nueva cita expositiva en la Sala Robayera de Miengo, que se inaugura el sábado 20 de julio de 2019, a las 19:30 horas, con el apoyo institucional del Ayuntamiento de Miengo y la Consejería de Cultura, Educación y Deporte del Gobierno de Cantabria. La muestra, que lleva por título “Tiempo de enánagos”, acoge su último proyecto, protagonizado por una gran instalación escultórica de madera acompañada de una serie de acuarelas, fotografías y una videoproyección donde la artista ofrece una reflexión sobre la ecología profunda.
La instalación “Puertas” está compuesta por una serie de marcos de madera engarzados unos con otros que, como una planta invasora, ocupan el espacio expositivo desbordándose por la pared. Esta pieza de gran formato se encuentra acompañada de una selección de sus últimas fotografías y una videoproyección que muestran diferentes perspectivas de un reducto de robledales que resisten en una zona de Cantabria donde, como en tantas otras, el eucalipto ha acabado desplazando al árbol autóctono. Su propósito es el registro de instantes efímeros (la luz, las ramas, las hojas, la vida del propio bosque, el sonido del agua...), tomando como punto de partida el roble, un árbol de crecimiento lento que ya fue sagrado para los celtas y se encuentra ligado a una determinada concepción del tiempo, tal como apunta el epígrafe que encabeza la exposición.
La muestra se completa con la serie de acuarelas “Las efímeras”, donde la escultora expresa su cercanía a la naturaleza recurriendo al gesto abstracto, cargado resonancias orgánicas y profundamente simbólicas, que contrasta y a la vez establece un diálogo con la acusada geometría de los marcos que vertebran la instalación escultórica.
La artista parte de un discurso estético donde el registro multidisciplinar del bosque de robles, que en sí mismo constituye una auténtica fusión de vida y escultura, le permite trasladar la naturaleza a un contexto diferente. Su objetivo es ofrecer un manifiesto ecologista presidido por una mirada desesperada sobre la necesidad de conservación de nuestro ecosistema. Se trata, en suma de recuperar la magia y la capacidad de encantamiento “a fuerza de perfección formal, algo de serendipia y mucho de sabio desencanto”, tal como apunta la filósofa Patricia Manrique en el texto que acompaña la exposición. Sus puertas de madera y vacío “expresan el espaciamiento, clave de la diferencia, más que la estabilidad que imprime la identidad” para volver a situar la vida natural en el centro, protegiendo lo íntimo tanto como abriéndose a lo común y sugiriendo sentidos que nos invitan al compromiso y a la cada vez más urgente necesidad de respetar, cuidar y defender la vida.
Emilia Trueba se forma de manera autodidacta, profundizando en el conocimiento de la escultura y el dibujo. Entre 1979 y 1983 aprende técnicas de fundición en bronce y modelado en poliéster. Asimismo, practica con el grabado y asiste a diversos talleres de fotografía y vídeo. Su trayectoria expositiva arranca en 1982 cuando comienza a participar en proyectos de carácter colectivo en diferentes espacios de Cantabria y Madrid, realizando su primera muestra individual en 1987 en la Sala María Blanchard de Santander, donde presenta esculturas de hormigón de gran formato que, más adelante, darán paso a proyectos de carácter instalativo. Ha sido reconocida con el Primer Premio de Escultura de la Diputación Regional de Cantabria en 1985 y con el accésit del Premio de Artes Plásticas del Gobierno de Cantabria en 2017. Su obra forma parte de los fondos de colecciones como la del MAS, el Puerto de Santander, el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria, la Fundación Caja Cantabria o la Colección Norte del Gobierno de Cantabria.