Vivimos inmersos en la era de la comunicación y la información y, sin embargo, somos incapaces de comunicarnos al estar sometidos a un estado constante de reivindicación, de desahogo, de deseo.
El mensaje se diluye entre la velocidad actual y la saturación que impide vivir el presente y desde el que no se vislumbra futuro. El individuo está abocado a utilizar el acto como mensaje; solo queda el grito y el puñetazo en la mesa como medio de expresión.
Codificar y descodificar el medio con el que mandar un mensaje es una constante: comunicaciones desesperadas, alteradas, agresivas e incompletas que muestran y satirizan el fracaso del propio proceso de comunicación.
Señales de humo, el sonido de una piedra, vibraciones, el morse lumínico, el humo salvamento marítimo, mierda a un millón de vatios.
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