En el extremo sureste de la ciudad de Guadalajara, se alza un complejo de edificios y espacios abiertos que aparece en las guías habituales de la ciudad con el nombre genérico de Fundación de la Duquesa de Sevillano. Se trata de un conjunto monumental que fue mandado construir por doña María Diega Desmaissières y Sevillano, duquesa de Sevillano y condesa de la Vega del Pozo, a finales del siglo XIX, para servir de Asilo a los indigentes de la ciudad, y para albergar sus restos mortales y los de toda su familia. Esto último se hizo en el llamado Panteón, una edificación singular y sorprendente, un lugar que nadie puede imaginar cuánta belleza, cuánto esplendor, cuánta maravilla de formas y colores encierra hasta que no se decide a ir a verlo.
Esta riquísima mujer, con posesiones en las landas y viñedos del Sur de Francia, en Navarra, en Murcia, en Vicálvaro y en muchos lugares de Guadalajara, soltera y benéfica, decidió hacia 1884 iniciar las construcción de este lugar. Encargó al proyecto al mejor arquitecto de la época, al que desde entonces tuvo como empleado particular: Ricardo Velázquez Bosco. Cultivó este artista el eclecticismo más radical, esto es, la imitación a ultranza, en forma admirativa, de los estilos clásicos de la arquitectura hispana. De ese modo, sus construcciones llevan la mezcla de lo románico con lo renacentista, al menos en este edificio, más el gótico y lo árabe en buenas dosis.
La tradición de Guadalajara dice que al comienzo, la duquesa mandó varias veces derribar lo que ya iba hecho para que así no les faltara nunca trabajo a los obreros encargados de construir este gran mausoleo. En una época de crisis como los finales años del siglo XIX, era un detalle a agradecer. Se terminó el panteón en 1916, año en que murió doña María Diega, y a su entierro acudió la ciudad entera, manifestando su agradecimiento hacia la generosidad desbordante de la señora todos los estamentos de Guadalajara.
Enterrada en la cripta, pocos años después fueron trasladados a ella sus parientes más cercanos, y el escultor Ángel García Díaz, que había sido el encargado de tallar todas las estatuas y detalles escultóricos de la obra, puso el más encendido apasionamiento y la imaginación más desbordante de su estilo simbolista para ejecutar el bloque de basalto y mármol en que se representa el entierro de la duquesa, llevado su féretro por ángeles, y que ocupa el fondo del edificio, en la clásica y casi mágica cripta de este sorprendente templo, único en España por sus dimensiones, su estructura y su desbordante lujo.
El panteón de la duquesa de Sevillano se encuentra abierto al público diariamente. El entusiasmo de la hermana Mariana, una veterana religiosa adoratriz, lo mantiene mañana y tarde abierto y listo para quien quiera admirarlo y pasmarse. De ese modo, desde hace algún tiempo, los sábados y domingos especialmente son muy numerosos los grupos que suben a verlo.