El Palacio Consistorial de Cartagena ha abierto sus puertas tras una larga rehabilitación que ha dotado al edificio con la tecnología del siglo XXI y le ha devuelto la majestuosidad que tenía a principios del siglo XX.
Las obras han proporcionado a su estructura la solidez que no llegó a tener en el momento de su construcción, que comenzó en mayo de 1900 sobre el solar que ocupaba la anterior sede municipal.
El edificio, obra del arquitecto municipal Tomás Rico, se entregó a finales de 1907, después de un proceso accidentado, discrepancias con la empresa constructora y sin que se hubieran solucionado los defectos constructivos que, sumados al paso del tiempo y a permanentes reformas, lo llevaron a un paso de la ruina.
Cimentado con pilotes de madera sobre terrenos ganados al mar, fue inestable desde su construcción y sufrió una serie de movimientos en cadena que dañaron su estructura y provocaron la apertura de las cubiertas.
En cien años de uso cambiante se suceden las adiciones y modificaciones, que desfiguran el proyecto original y restan dignidad y espacio a las dependencias de trabajo.
Los daños más evidentes son las grandes grietas verticales que cortan el edificio en tres partes, pero también son preocupantes los desperfectos en las cubiertas, en permanente reparación para evitar goteras.
Durante esta centuria el deterioro se extiende a todos los elementos del edificio: pavimentos y maderas levantados, mármoles dañados, escayolas agrietadas y servicios obsoletos que discurren sobre paredes y elementos nobles. Para colmo de males, una limpieza inapropiada erosionó los elementos exteriores de la fachada.
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