No es imposible -pero resulta enriquecedor-, apreciar las pinturas de Rossique unidas a sus títulos. Y ello porque los títulos no tratan de explicar cada obra, al menos en el sentido más habitual del término, pero guardan una relación que de cuando en cuando parece más evidente, como para indicarnos que sí, que sigamos buscando.
¿Dónde buscar, por cierto? Si alguien tiene suficiente capacidad de penetración psicológica, puede intentar buscar la música en la mente del mismo artista. Se promete un viaje interesante, aunque cabe dudar que resulte especialmente clarificador, si es claridad lo que se busca. Porque aún estando esos títulos en evidente relación directa con cada pintura, resulta una tarea muy ardua discernir lo que hay en ellos de reflexión premeditada y de ocurrencia inmediata, intuitiva, tal vez ni siquiera racionalizada.
El conjunto se llama Palimpsestos y eso debe significar algo. Rossique ha recordado que los palimpsestos vienen de escribir sobre y entre líneas para aprovechar papiros o pergaminos, una práctica común en la Edad Media. Así, una obra de San Jerónimo podía escribirse sobre una de Cicerón, por poner un ejemplo. Esto puede ser literal en este caso, pero en esta exposición tiene un aspecto metafórico. No parece muy necesario describir las múltiples facetas de la metáfora que cabe imaginar en lo escrito sobre lo escrito. O, más etimológicamente, de lo grabado sobre lo grabado.
Lo importante no es siquiera si Rossique ha usado antiguos papeles para pintar, sino si ha pintado sobre algo inmaterial, sobre imágenes antes imaginadas, por ejemplo. No es nada imposible; en gran medida es algo que hacemos con cierta frecuencia, muchas veces de forma casi inconsciente. Reescribimos continuamente sobre nuestra memoria y también actuamos y creamos nuevos dibujos sobre otros que hicimos tiempo atrás. Nuestras neuronas son numerosas, pero no infinitas.
Éstas no son dudas que deban generar el estupor, que paralicen. Más bien indican que, sobre ese tenue pero seguro soporte del humor, podemos seguir lo que vemos, esas pinturas, con libertad para imaginar sobre ellas, aportando nuestras medidas y pesos corporales, nuestro conocimiento, nuestras experiencias. Podemos llegar a cualquier lugar que para Rossique es tan insondable como los mundos cotidianos que ha vivido el artista en su estudio.
No se ha mencionado la música. Curiosamente, para muchos que los escucharon a través de la radio, Palimpsestos, la música, fue antes que Palimpsestos, los cuadros. Es un poco como quien ha mirado el catálogo y no ha escuchado la música. Sin embargo, la música es importante, aunque solo fuera porque marca un tiempo, algo que los cuadros no hacen, pero sí el recorrido ante ellos. Ambos elementos, el visual y el sonoro, funcionan de manera independiente, como independiente es cada cuadro en el conjunto. Pero algo impulsa a sentir que la reunión de todo ello en una exposición es la que convierte a ésta en algo más que una sucesión de imágenes y de sonidos.
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