El Castillo Gala Dalí de Púbol reabre sus puertas este año con la presentación de la última obra adquirida por la Fundació Gala-Salvador Dalí: El molino. Paisajee de Cadaqués, c. 1923.

Esta pintura muestra un Dalí que busca su estilo y que experimenta constantemente. Un Dalí que se centra nuevamente en el paisaje, motivo recurrente en su trayectoria, visto, en esta ocasión, desde el interior.

Se trata de una obra muy poco conocida, expuesta por primera vez con motivo de las muestras antológicas organizadas para celebrar el centenario del nacimiento del artista, y que desde ahora pasa a integrar el importante fondo de obra de primera época de la Fundació Gala-Salvador Dalí.

El molino. Paisaje de Cadaqués es una obra representativa del Cadaqués de Dalí, resultado de una experimentación constante y una mezcla y confluencia de estilos artísticos en que destaca la presencia de un cubismo temprano que, por la superposición de imágenes y el tratamiento con la sobria paleta, evoca a Juan Gris. En este periodo, Dalí evoluciona pintando del natural hacia el impresionismo, un cierto puntillismo, fauvisme, futurismo, purismo y vibracionismo, hasta llegar a un cubismo incipiente, aquí manifiesto. La impresión que el paisaje le causa desde muy joven y que nunca olvida, por más tiempo que pase fuera, es el gran tema de esta pintura. Un paisaje que lo determina y configura y que le sirve para expresar su sentir y sus inquietudes artísticas en cada momento.

Que Dalí amó incondicionalmente su paisaje, de forma casi obsesiva, es de sobra conocido. Vivió allí, teorizó allí, pintó allí. Josep Pla, también empordanés, lo precisa:

“El descubrimiento del paisaje del Alt Empordà, que ha sido, es y será la obsesión de su vida. […] Lo pasea por el mundo con una inagotable persistencia porque lo lleva grabado en la memoria con una casi dolorosa —y deliciosa— precisión obsesiva.”

Josep Pla, Homenots. Quarta sèrie. En Obra completa, vol. 29, Destino, Barcelona, 1975, p. 173 y 175.