Artistas: Álvaro Aroca Córdova - Nerea Beriain Cebas - Oier Gil - Abel Jaramillo - Blanca Ortiga - Imanol Zubiauz.
Comisaria: Leyre Goikoetxea Martínez
El título de la exposición ofrece muchas posibilidades de lectura, al igual que su significado. Quiere hacer referencia, por una parte, a la transmisión de intereses, conocimientos, pero sobre todo, dudas o preguntas, que parten de cada uno de los artistas. Para poder plantearlas desde dentro, primero se debe alimentar ese raciocinio. Sembrar para recoger, el barbecho es importante. Ingerir para vomitar, y vuelta a ingerir. No se trata de un circuito cerrado, sino de una retroalimentación. Todos estamos en continuo aprendizaje, pero los artistas que se presentan en esta muestra, están al inicio de esta carrera de fondo que es el ‘ser artista’. Unos en Grado, otros en Máster o Posgrado e incluso en plena escritura de la tesis doctoral; pese a ello, comenzando, la que seguro será una trayectoria artística plena. Quizá no todos lleguen a ello, ya que esta profesión requiere mucho de uno, mucho de la vida, mucho esfuerzo, mucha dedicación, quitarse de unas cosas para dárselo, persistencia, entusiasmo y creer en lo que uno hace. Una opción de vida, fuerte pasión. Profesión que debe ser pasión; pasión en la profesión. No es un juego, aunque pueda serlo. No es un hobby, aunque en ocasiones, por salud personal, lo vistamos de ello. Ser artista, ante todo, es una profesión. El arte es vital y esencial; primario y básico. Leyes que hieren; grietas en el juego; ocio que no llega; incisiones en el aire; resistencia de los cuerpos; insistencia en el rito.
Tachado del Pirineo rechaza o pone en cuestionamiento la función de las fronteras, los límites o lindes; separaciones o limitaciones a manos del humano. Por medio de la acción directa del autor sobre el espacio real, un gesto sencillo, incluso simple, Oier Gil , nos hace fijarnos en el tema, fijar nuestra mirada en un lugar concreto, y en lo que allí acontece tras el monumento. Oculta la placa conmemorativa de dicha estela, y por tanto el tratado. La imagen que nos ofrece recuerda a los momentos antes de inaugurar un monumento, por lo tanto, el tratado aún no tendría vigencia. La segunda de las acciones, registrada en video, muestra el tachado del tratado, por medio del cual, del mismo modo que con el monumento, por medio de la ocultación, volvemos a fechas anteriores pero próximas a 1659, año en el que se firmó dicho tratado. La problemática territorial, las separaciones, la distancia y lo oculto están presentes.
Cacharrería de Nerea Beriain Cebas es sobre todo un juego de límites. El molde que da forma a las piezas de cerámica, no está, pero se intuye. Posibles composiciones infinitas, por medio de las uniones o separaciones de las formas que limitan la loza para dar las formas que vemos. Estas formas de escayola o moldes, que nos recuerdan al juego de tangram, (con el que pasábamos horas y horas, algunos hace años, y otros no tantos), le sirven a Nerea para buscar esa forma de interés que, una vez elegida, decide hacer perdurar por medio de la cerámica y su cocción. Decisiones en el taller o estudio que hablan de aprendizaje, evolución, el trabajo hecho con las manos frente a la industrialización y los procesos de cambio a lo largo del proceso de creación. El título, referencia directa a los puestos en los que se pueden adquirir recipientes de cocina, generalmente hechos de loza.
La Playa, ese lugar, ese concepto que está siempre en la cabeza, objeto de deseo. Abel Jaramillo plantea la playa como ese emplazamiento utópico, ese momento mejor que nunca llega. Parte de la frase de mayo de 1968, ‘Sous les pavés, la plage!’ (Bajo el pavimento, ¡la playa!), slogan de las revueltas, y a través de fotografías, videos, e incluso ornamento típico del verano, pero de tintes oscuros y artificiosos, crea un lugar en el que se referencia la playa sin color, en grises, creando la sensación de esas vacaciones que no tendremos. La decadencia del lugar, de las imágenes, la ausencia de color, típico de la época playera, nos remite al momento actual.
Para Heidegger, el espacio es el lugar que ocupan los cuerpos. En 1964 dio una conferencia en relación a ello y en 1969, publicó un resumen de la misma, dedicado a Eduardo Chillida, bajo el título, El arte y el espacio. En él, habla del modo en que dicho artista genera espacios que recogen el vacío, indicando que a su vez, ese vacío, nunca podrá ser encerrado. Muestra la dualidad a la que hace referencia Imanol Zubiauz, en su instalación Espacio negativo, en dónde por medio de espejos y lasers crea dos cubos dibujados en el aire que delimitan este espacio al que el título hace referencia. Me viene a la memoria aquella frase, tan de moda en los ’90 del siglo pasado, ‘el donuts lo conforma el agujero, ¿existiría sin él?’ que me hace recordar uno de los ejemplos cuánticos que más me gustan y me remiten a los conceptos de ambigüedad y contradicción; el gato de Schrödinger, que al mismo tiempo está vivo que muerto, perfecta paradoja, ¡qué gran virtud!
Poner al límite los materiales, jugar con ellos; lo blando, lo sólido, lo líquido, lo viscoso; comprobar hasta dónde pueden llegar, qué nos pueden ofrecer, qué conversación podemos mantener con ellos, es un ejercicio usual y necesario en el proceso escultórico. En Cuerpos, Blanca Ortiga, pone al límite los materiales, piedra, caucho, cristal, goma, incluso su propio cuerpo. La inercia, como fuerza poderosa de la naturaleza, así como el miedo. La resistencia como revuelta, como estrategia, desde lo físico o lo emocional. Tensiones para nuevas miradas.
El rito es empleado como acción catárquica para Álvaro Aroca Córdoba en Quinchahue. A través de la revisitación de tradiciones del pueblo Mapuche, del cual él procede, nos acerca a su interés por el pensamiento decolonial. Este pensamiento, invita a poner en duda la modernidad. Discute acerca de las relaciones de poder instauradas en 1492 con la conquista del continente actualmente conocido como América. Aroca, busca su identidad tanto desde un continente como desde el otro, bajo la premisa del ser y sentir. La purificación por medio de la sangre, propia, o de un animal consagrado. Sangre corriendo por la piel o siendo ingerida, grabados realizados con dicha sangre, mezclas entre la propia del artista y la del animal, perdiendo esa noción de autoría o catalogación posible. Al fin y al cabo, el mestizaje como introspección.
Heridas que nos hacen crecer; límites impuestos que nos incitan a dudar; grietas que nos invitan a creer; el hueco y el vacío; la negación y la afirmación; lo oculto y lo abyecto; espacios para las preguntas; fisuras en las que escarbar las respuestas, y más preguntas. Círculo abierto.
Leyre Goikoetxea Martínez
Proyectos seleccionados en la Convocatoria Montehermoso-Facultad de Bellas Artes UPV/EHU para alumnado, 2016.
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