En esta exposición hay una lectura deconstructiva que implica un doble proceso semántico: fragmentar y recomponer para retornar al origen del bloque. Y así, ampliar su capacidad simbólica: se abren las paredes y asoma el interior de un rastro pretérito. Resuenan los ecos del vacío.
No me obsesiono en conservar el material en sus límites, si no que lo adiestro en expansión, más allá de lo que es, hacia lo que puede ser. Por ello la madera, la piedra, vuelve a erigirse, lucha contra la gravedad. Como los árboles se dibujan en el cielo, en el vacío del aire. Y en ese crecimiento lento surgen otros elementos añadidos, torsiones y texturas que muestran el camino y encuentran la forma. De ahí surgen piezas que son una amalgama de recuerdos combinados en la misma forma, distintos materiales, o partes del mismo, conjugados para componer un TODO que describe el proceso de un sentimiento.
A través de los días, del tiempo acaecido y en medio de un interminable ruido que no cesa, me ha inundado el silencio, dentro de una marea incansable de sonidos desacordes, como una parálisis permanente, que me incomunicaba con lo sentido. Por ello he necesitado volver a jugar, cuestionar, experimentar y evadirme de las premisas. Pero sin negar lo que hemos sido.
Recuerdo la quietud de la ausencia y vuelvo a renombrarla; resuenan los ecos del vacío… Y entre tanto, tocan los interludios.
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