Antonia Francia, de vocación tardía, comenzó a pintar hace unos años pero sus obras ya recorrieron parte del mundo como Hong Kong, Montecarlo ó la Casa de Cultura de Potes.
La pintora recuerda que “hace unos años dejé Mallorca y me fui a vivir a Ledesma, un pueblo de la provincia de Salamanca, y hallándome bastante triste hacía muchos dibujos, jugueteaba con los colores, y entonces fue cuando tomé la decisión de comprar un lienzo. Francia, nombre literario y artístico de la pintora, nació en El Rubio, “un pueblecito de Sevilla, rodeada de miseria, donde pasé los años de juventud, por eso el color rojo me encanta, porque es como el dolor que ha pasado el pueblo andaluz y que pasamos en aquellos duros años. Cuando pinto en mi obra con el color rojo es como si a través de ese color tan expresivo yo intentará borrar el dolor”.
Para Francia “la pintura es como la poesía, que cuando te metes, te concentras y te pierdes en ella, y ya no puedes vivir sin su presencia. Es una forma de quitar la melancolía. Me considero una pintora tardía y soy autodidacta, porque soy de la opinión de que la persona tiene que crear algo que siempre le salga del alma. Me siento una persona muy feliz cuando estoy pintando”.
Según Carlos Murciano, crítico de arte, “los colores en las manos de Antonia Francia parecen estallar-eso sí, sin ruido- y pueblan sus lienzos, desbordados, derramados, pero milagrosamente embridados para que no se pierdan suavidad y criterio”.
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