El ciclo ‘METRÓPOLIS. Perspectiva urbana del arte gallego’, comisariado por Rubén Martínez Alonso, nació con un doble objetivo: hacer un viaje al pasado, al Vigo de los años veinte, cuando se estrenó en la ciudad la película de Fritz Lang Metropolis; y al tiempo ofrecer una visión del panorama artístico gallego actual. El proyecto comprende una serie de exposiciones individuales, como visión del presente, y una parte común a todas las muestras, como referencia del pasado.
Así pues, el comisario ha concebido el proyecto expositivo en dos áreas claramente diferenciadas, tanto en el montaje como en contenidos, así distribuidas en los espacios de la primera planta del MARCO: por una parte, la correspondiente al pasado, representada por una sala en la que, a partir de la referencia u homenaje al film Metropolis, se procura recrear el ambiente del Vigo de los años veinte mediante planos e imágenes de arquitectura vanguardista, fotografías y documentos de época, junto a mobiliario, objetos, vestuario y piezas decorativas de estilo art déco.
Por otra parte, las salas frontales de la primera planta acogerán, una vez finalizada la muestra individual de Xosé Manuel Castro, la segunda propuesta del ciclo, con Santiago Montes como protagonista.
En peligro de extinción, la coherencia juega un papel esencial en la trayectoria profesional de Santiago Montes. La congruencia es hoy una espantada rara avis sobrevolando nuestra hedonista e infeliz sociedad.
Santiago Montes (Vigo, 1940), diplomado en Magisterio y con estudios en Ingeniería Técnica Industrial, presenta una formación artística casi autodidacta. En la plástica gallega, el pintor se iniciará a través de diferentes géneros: paisaje, bodegón, desnudo y retrato. Pero serán sus magníficos dibujos a lápiz blando, y que siguen la estela romántica de su admirado Urrabieta Vierge, los que hagan de la ciudad gran protagonista.
Numerosas serán las exposiciones en las que participe, tanto individuales como colectivas, compatibilizando la práctica artística con su vocación docente. Mas el éxito como maestro figurativo de pincelada postimpresionista no frenará su propia evolución, tan natural como vital para el crecimiento del verdadero artista. Se adentra así en la abstracción desde fórmulas constructivistas (1978-1981), que derivan en expresionistas (1982-1989), hasta desembocar en la pureza del informalismo actual, donde la sobriedad cromática contrasta con ese enérgico dinamismo que aporta la gestualidad vigorosa de su trazo.
De temperamento melancólico, las obras destilan ese lirismo intimista tan suyo. Tal es la identificación del autor con su producción, el mimetismo alcanzado, que bien podríamos estar ante una paradoja, por tratarse de retratos no figurativos, abstracciones a partir de un alma lastimada, extraños autorretratos de una también rara avis.
Salas de exposición de la primera planta
Horario: martes a sábados (festivos incluidos) de 11.00 a 14.30 y de 17.00 a 21.00, domingos, de 11.00 a 14.30
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