Yo estoy hecho de todo lo que he visto
H. Matisse
El sentido de la pintura nunca es visible, está más allá de la mirada, en un espacio de necesario silencio contemplativo. A través de ese pensamiento de los ojos podemos perturbar el funcionamiento y la agresividad de lo meramente visible y adentrarnos en el temblor de la imágenes, en el ruido de los colores y de las formas; en la sugerencia de los espacios no codificados que libera la mano del pintor. Percibimos de este modo cómo las imágenes se abren, salen de la celda de la representación, de la reducción que supone todo realismo, y cobran presencia y vida, "saltan a la vista". Ya no miramos la pintura, la pensamos. La pintura de Pelayo F. Arrizabalaga es un reclamo de luz para nuestros ojos cansados; sienta nuestros oídos a escuchar y percibir la transparente partitura de un mundo obsesionado por la idolatría de la significación; nos sitúa en el límite de nuestra mirada, ensanchándola. La pintura abierta y comunicante de Pelayo habita un desvío, hace sonar la luz, da un golpe de estado en el orden de lo visible, en la naturaleza de la composición y del color; desordena nuestra convencional y atascada mirada. Pintura que nos ve, suena y piensa.
Fernando Abascal
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