«El color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, color oceánico y del firmamento». Con estas palabras, Rubén Darío plasmaba ya en 1888 la importancia del azul en el incipiente movimiento modernista.
"Azul, el color del Modernismo" se adentra en el espíritu de una época marcada por la presencia del azul y de sus connotaciones. Se trata de un período, el de finales del siglo XIX y comienzos del XX, en que se constituye una poetización estética basada en la relación entre los paisajes, los fenómenos de la naturaleza y los estados anímicos. Esta correspondencia entre la naturaleza y el yo se inscribe en el proyecto de la modernidad, transita por el simbolismo y ve nacer el cinematógrafo.
La poesía y el arte del Modernismo se llenan de paisajes crepusculares, de cielos a medianoche, de parajes montañosos, de playas y de mares, pero también de escenas cotidianas y de retratos que emplean una gran variedad de azules como vehículo para traducir y manifestar el misterio y el subconsciente, la belleza y la inmensidad, las tensiones interiores y la soledad, la vida espiritual y el más allá. Además, los matices de expresión se amplían gracias a la aparición de los pigmentos sintéticos; al azul ultramar (lapislázuli), el añil o el azul cobalto de la paleta de colores, se les añaden el azul ultramar francés, el azul de Prusia o el cerúleo.
EL ARTE ES EL COLOR AZUL
El protagonismo que toma el azul a finales de XIX no es completamente nuevo. Anteriormente el Romanticismo ya había concedido una atención particular al simbolismo de los colores, entre los cuales el azul, que representaba virtudes poéticas. No en vano, Victor Hugo sostenía que l’art c’est l’azur, es decir, que el arte es el azul. También los poetas simbolistas otorgaban al azul valores y atributos fundamentales, como Charles Baudelaire, quien consideraba que emergía de la belleza enigmática de las sombras para devenir un símbolo vinculado a lo inalcanzable, mientras que Stéphane Mallarmé se aventuraba en la búsqueda del ideal de belleza absoluta a través del eterno azur. Rubén Darío, desde tierras americanas, se inspiraba en la poesía francesapara escribir, en 1888, el libro Azul…, de influencia decisiva en los modernistas. En esta obra describe el azul como “el color del sueño, el color del arte, un color helénico y homérico, color oceánico y del firmamento”.
A finales del s. XIX, en paralelo al Modernismo, nace el cine. En sus inicios se aplicaba el color manualmente fotograma a fotograma con pinceles, plantillas o tintes. Así se conseguía crear atmósferas que a menudo responden a un código de uso simbólico; por ejemplo, el rojo expresaba peligro, el amarillo, a treinta del siglo XX, pero si queremos atender a los colores del Modernismo y, concretamente, al azul y a su relevancia, hemos de fijarnos también en las primeras películas coloreadas.
La exposición Azul. El color del Modernismo recorre toda la paleta de azules -desde el azul ultramar (el lapislázuli), pasando por el añil indio o el azul cobalto, hasta la aparición de los pigmentos sintéticos, el azul ultramar francés, el azul de Prusia o el cerúleo- y los significados poéticos a los que fueron asociados por el Modernismo.
Organizada por ”la Caixa” en colaboración con el Museu Nacional d’Art de Catalunya y los Musées d’Art et d’Histoire de Ginebra, se presenta por primera vez en CaixaForum Sevilla. Este viaje por el azul tiene como protagonistas a Gustave Courbet, Pablo Picasso, Ferdinand Hodler, Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Emil Nolde, Maurice de Vlaminck, Joaquín Torres-García o Isidre Nonell, entre otros.
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