A pesar de que el ser humano siempre ha sentido una especial fascinación por la naturaleza, en el campo del arte, no fue hasta principios del siglo XIX cuando los pintores románticos supieron apreciar la capacidad expresiva del paisaje, elevándolo a un género mayor. Sin embargo fue a partir de los años 60 cuando la naturaleza adquiere especial protagonismo convirtiéndose en el objeto central del trabajo artístico de numerosos creadores a nivel mundial.
Gracias a la aparición del arte conceptual, influido por la publicación Seis años de desmaterialización del objeto artístico de Lucy R. Lippard, en 1966, la naturaleza se empezó a vislumbrar como un campo de experimentación que daba respuesta a las diversas motivaciones ecológicas, culturales y artísticas de los artistas de la época, convirtiendo el arte en un proceso totalmente vinculado a la vida. En esta ocasión, la Casa Bardín presenta el proyecto Inerte pero vivo de la artista Miriam Rincón, que toma como base la naturaleza para reflexionar sobre el concepto de habitar y su relación con la identidad del ser humano. Cuestiones como la ecología, el instinto de supervivencia, la mutabilidad de los seres vivos y la adaptación al entorno, se entrecruzan para elaborar un proyecto artístico que toma forma a través de fotografías, dibujos, vídeos y esculturas.
La idea inicial era la defensa de la naturaleza, sin embargo, en el desarrollo de la investigación, Miriam Rincón optó por ampliar el contenido y relacionarlo con el ser humano. Para ello, escogió el microhábitat del alcorque -espacio sin asfaltar que se deja alrededor de un tronco- como leitmotiv y referencia visual para componer una metáfora más compleja que tratase el tema de la identidad y de las relaciones que establece el individuo con el entorno. La intención de esta elección es conseguir un paralelismo entre el árbol y el ser humano que nos haga reflexionar sobre las problemáticas que existen en los espacios creados actualmente por el hombre, en particular, la ciudad, dado que su aparición ha limitado la experiencia de habitar y, por tanto, como decía Heidegger, la capacidad creativa para imaginar nuevos mundos posibles.
A grandes rasgos, Miriam Rincón hace un uso del medio fotográfico muy próximo a la estética de La Escuela de Düsseldorf caracterizado por su interés por el paisaje, el estudio del encuadre, la serialización y el impecable tratamiento técnico. En sus fotografías encontramos una reiteración de tomas de alcorques que nos remiten visualmente a los conjunto fotográficos de Hilla y Bernd Becher, convirtiéndose en el imaginario estilístico de todo su trabajo. En la obra Ausencia/Presencia (2015), vemos un conjunto de fotografías de alcorques desde una visión cenital en las que se aprecia cómo la naturaleza habita este espacio adaptándose a él y donde empiezan a surgir pequeños brotes que van conquistando su espacio protector y, a su vez, opresor.
En esta misma línea, encontramos tomas de alcorques habitados por árboles, como en Ascensión (2015), donde se puede apreciar cómo el tronco es constreñido mediante rejillas de hierro, cemento o suciedad, etc., pero que a pesar de todos los impedimentos el árbol sigue alzándose inerte pero vivo.
En la parte superior de la sala expositiva se muestra la escultura Raíces (2015), una estructura cuadrangular realizada con hormigón, acero cortén y tierra, que recrea un alcorque. La intención es trasladar al concepto global del proyecto la rigidez y dureza de los materiales empleados en la construcción de un alcorque, y por ende, de la ciudad. Las coordenadas grabadas en la parte superior de la obra (39º 50' 22.4" N 6º 21' 01.0" W) corresponden a Grimaldo (Extremadura), la ciudad donde se crió la artista, sus raíces, vinculando su origen a todo el proyecto y a la idea de alcorque/ciudad como elemento opresor que limita la libertad individual.
Dentro del proyecto es destacable la obra Marcando la frontera (2015), una animación digital 3D que aporta la dimensión temporal al conjunto. En ella se ve cómo un árbol es rodeado paulatinamente por una estructura que lo va encerrando y ahogando sobre sí mismo hasta que al final desaparece y muere; consecuencia del objetivo paradójico del alcorque, que al cercar y proteger la vida termina por acabar con ella. Fruto de esa reflexión, surge la obra Reloj biológico (2015), una estructura formada por doce bellotas de latón en forma de reloj que nos habla del tiempo y del final inexorable para todo ser vivo: la muerte.
No obstante, y para concluir el proyecto, la artista nos muestra la obra Vía de Escape (2015), donde propone una alternativa, escapar, aunque sea por lugares de dificil acceso, oscuros y desconocidos, pero huir, para que ni el alcorque, ni el tiempo nos atrapen en el constante devenir de la ciudad.
En definitiva, la reflexión que se extrae del proyecto Interte pero vivo de Miriam Rincón es una defensa a ulltranza de nuestra parte más humana, aquella que nos vincula con la vida y la naturaleza, y nos obliga a reconsiderar quiénes somos. Una reivindicación que nos invita a realizar un viaje a la entropía, es decir, a olvidarnos de la vida para vivirla, ya que, en esencia, vivir es un derecho de todos los seres vivos.
Bernabé Gómez Moreno Comisario de la exposición
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