Prado R. Vielsa busca la luz como la esencia: ni para ver, ni para ser vista. La busca para despertar todo ese imaginario que nos conecta con la fragancia más profunda de lo que somos. Su obra está vinculada a nuestra propia conciencia a través de esas transparencias, de esas luces plegadas y abrigadas en sí mismas, de esos juegos a los que nos invita mientras nos acoge en las múltiples historias que nos narra. 

Y es así porque Prado consigue “arrojar la luz fuera” mucho más allá de los efectos hipnóticos que pretenden esos futuros distópicos que nos amenazan. Nos propone una cartografía emocional sobre la que construir deseos, los nuestros y los ajenos, los compartidos... y lo hace poniendo sus destellos como cimientos sobre los que levantar realidades de belleza. La sutil pureza de la luz liberada de luminosidad obscena. 

No es fácil transcender los aspectos mecánicos ni la postura artificial sin mancharse las manos. Y se nota. Prado ha pasado por tamizar la tecnología con esa sólida formación que te da el grabado, que te da la materia. Ahí es donde se aprecia formalmente ese universo enriquecido que nos conecta con la tierra. Por eso su obra es extensa, porque navega sobre la emotividad de lo tangible.

José Ramón Alba