La accesibilidad a los dispositivos de producción y a las redes de distribución de imagen, conforma un nuevo paradigma de lo visual que inunda nuestra cotidianeidad hasta casi desbordarla. Las múltiples opciones de consumo y de exhibición, contaminan cada forma de interacción social que la hiperconectividad posibilita, redefiniendo así nuestras formas de relación.
Con esto, la noción de privacidad sufre también una disolución de sus propios límites, provocando una necesidad de narración de lo íntimo que se pierde en la abundancia de un depósito que nunca para de alimentarse. No hay espacios sin explorar, la imagen de mala calidad, descuidada y amateur reivindica su lugar como alma de un presente fragmentado e imparable.
El proyecto de Alejandro Casanova se desarrolla desde dos fases. Una primera en la que el mismo pintor se nos antoja como observador, cazador de la esencia de lo íntimo desde el anonimato de la red. Y una segunda en la que a través de su propuesta ensalza aquel contenido condenado al rápido consumo a una práctica estética y paciente, en la que la quietud del trazo y la técnica propician un nuevo espacio de reflexión sobre nuestra propia condición humana.
Texto: Iker Fidalgo Alday