En el imaginario de Laura Agustí, es de sobra conocida su formalización plástica. La representación de un alter ego formulado en la diversidad de especies animales identifica, casi en una pose iconográfica, los estados de ánimo, carácter y tendencia que en nuestra condición de humanos vamos definiendo en el mundo actual.
Pero su discurso trasciende de la “animalización” como símbolo, indagando un paso más allá de esa correlación significante-significado, que categorizamos para explicar de una manera racional el mundo que nos rodea.
Nos invita a participar de ese colectivo natural que hace posible el reencuentro de sensaciones primeras. Aquellas que nos son dadas al nacer. Las que nos aferran al mundo y la naturaleza y nos sitúan en la ocupación de un lugar en el espacio habitable.
El azul interviene esta vez como ingrediente sensible. El azul al bosque. Y de nuevo, la simbología. Azul como vehículo natural, que toma esta vez forma de árbol y que en su extensión invade el papel, en una fresca e indeterminada capilaridad que parece querer invadir todo.
Un balsámico recorrido que sacraliza la diversidad a modo de tótem. El deseo de habitar, inevitablemente implicados en connivencia y respeto por el paisaje.
Texto de Isaac Calero
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