"Lenta venganza de lo inmóvil" es un proyecto colectivo formado por tres artistas inéditas en Valladolid, Paula Anta (Madrid, 1977), Tamara Feijoo (Ourense, 1982) y Ella Littwitz (Haifa, Israel, 1982), quienes a través de la fotografía, el dibujo, la escultura o la instalación, demuestran un marcado interés común por la botánica y el estudio de la naturaleza como germen de sus procesos artísticos. Por ello, toman como base el análisis de su estructura, sus características y sus procesos vitales para utilizar la vegetación como un símbolo, un vestigio desde el que aludir a otras realidades, ya tengan un componente espiritual, social, político o estético.
En todos los casos, se plantea un trabajo casi de recolección en el que la artista adquiere el papel de naturalista para después utilizar los resultados de su estudio de la forma que mejor se ajuste a su discurso. Así, mientras que para Anta y Feijoo es importante el viaje, la observación y la experiencia in situ, para Littwitz lo es también la investigación histórica, la búsqueda de referencias antropológicas o ideológicas que tengan que ver con su propia definición como persona. De esta forma, todas ellas parten de la comprensión del medio que habitan para hacer una lectura sociocultural más compleja, con la que establecer los límites de la acción humana en el ecosistema y la respuesta de este a dicha intrusión.
Es así que en las fotografías de Paula Anta subyace un interés por llevar a la naturaleza más allá de sus posibilidades reales, creando escenografías que trasciendan la propia dimensión natural del objeto representado. De esta forma, la artista construye decorados en los que se produce una convergencia entre lo natural y lo artificial, para dar pie a situaciones posibles donde la naturaleza se inserta pasando desapercibida en el medio arquitectónico edificado por el hombre.
Por otro lado, Tamara Feijoo crea a través de sus dibujos pequeñas vanitas florales realizadas a partir de expediciones botánicas en las que documenta la flora y la fauna locales. Trata de replicar métodos naturalistas, pero dirigiendo su mirada a la biodiversidad que se genera en el entorno urbano, aislándola por completo del entramado artificial de las calles para generar diminutos ecosistemas con los que hablar del paso del tiempo como algo ineludible y trascendental.
En último lugar, la israelita Ella Littwitz busca en la representación de lo vegetal una suerte de concebir objetos disfuncionales que soportan una pesada carga histórica y un importante valor socio-político. Sus dibujos y esculturas son símbolos que aluden a nociones como la territorialidad, la nacionalidad o la identidad colectiva con un sólido trasfondo crítico. Resulta sorprendente como es capaz de generar discursos profundamente comprometidos a partir de piezas con una estética atractiva, delicada y con unas connotaciones a priori intrascendentes.
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