No caben medias tintas en las fotografías de Pedro Hernández, en sus desnudos. Puestos a cazar esa belleza animal, cualquier distracción puede resultar nefasta: un mal gesto, una luz mal tratada o cierta sensualidad de postal y adiós erotismo.
Pintor y fotógrafo pero también alquimista dosificando y mezclando en secreto sus filtros para aprovechar la plenitud de los fotogramas revelados. Pintor, Pedro Hernández lo es definitivamente gracias a su formación en bellas artes y su gusto ilimitado por las mezclas de colores, sutilezas que impiden nombrarle maestro del impresionismo o de la abstracción. De hecho, los dos juntos envueltos en un postmodernismo pictórico. Con un arte nutrido por el reflejo.
Alquimista: el artista no es un niño de Photoshop pero a su manera el inventor de procedimientos que la informática sin cerebro es incapaz de alcanzar. Juzguemos: este álbum podría sugerir una sofisticación de montaje. Nada de eso, y el soporte utilizado es el carrete de diapositivas de toda la vida en el que se imprimen los cuerpos de las mujeres abiertas y consentidas a las voluntades poéticas del fotógrafo. Una vez captados estos cuerpos, Pedro se encierra en su cuarto oscuro, rebobina la película y la pasea desde Cuba hasta las sendas improbables de los cementerios o hasta la orilla del mar y de su agua plateada, de Valencia de su corazón hasta Marsella de su sin razón. Los profesionales de la foto, en su jerga, llamarían “sandwichs” la superposición de dos diapositivas. Como ya dijimos, para el trabajo de Pedro, nada de eso. Sus resultados son conmovedores, sobre todo cuando estamos al tanto del método que ha exprimido y renovado para la glorificación gráfica del paisaje urbano. Podemos estar seguros de que otros álbumes nos llevarán a descubrir la visión de un hombre, que transforma en obra, todo lo que pasa por su retina. No se trata de un fenómeno de moda, los cuerpos son opulentos, ricos en misterios y de magnitud carnal. Cuerpos de Oriente, como los hubiera podido magnificar la prosa de Panita Istrati, bañada en loukoums, en halva y en pakhlavas de miel.