Resiliencia, o la capacidad de reponerse ante reveses y adversidades, es un término pujante en esferas de la vida tan dispares como la psicología, la cocina, el periodismo o el desarrollo profesional. El término, que proviene de la física (“capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación”), se ha generalizado para aplicarse a otros ámbitos. En la acción humanitaria, la construcción de resiliencia se abre paso en los países más afectados por el cambio climático como la forma más eficaz de reducir el hambre.
Acción contra el Hambre y la Comisión Europea han puesto en valor el significado de esta palabra centrándose en uno de los epicentros del hambre: la región del Sahel, donde más de 32 millones de personas viven bajo su sombra y a merced de las crisis cada vez más recurrentes por el cambio climático. No podemos evitar todas las crisis, pero sí podemos hacer que las personas y sus comunidades puedan hacerles frente mejor y se recuperen antes.