Un amor de a caballo atraviesa los caminos, recorre 6 meses de sequía y seis de agua. El viento que lo toca es naranja, rosado o amarillo de pájaros que dejan sus colores en el vuelo. Cada rio, león o tigre, venado o chigüire, monte o estero, lluvia o sed, cada detalle de la geografía perfila y le da cuerpo a ese romance, lo alimenta, lo vuelve más grande y épico, los recuerdos brotan de cada espiga, el amor se vuelve ese Llano, al que toca cantarle versos para que olvide o crezca.
“Narrar esta historia de amor es contarme a mí misma, contar una tierra que me hizo sentir su abismo, su abrazo, su adentro. Mi manera de asumir la vida la aprendí a lomo. Mis ojos se anegaron de distancias, esos caminos donde florece el pensamiento. Errar es una trashumancia primigenia donde lo necesario para vivir cabe en un morral y lo realmente indispensable está en la confianza y el carácter de tu propio corazón.
Uno de los primeros caballos que conocí en el Hato llevaba por nombre ‘’Volví por verte’’, es lo que siempre buscaré, volver por algo que me urge y necesito de esta tierra. El cabestro es un cordón que nos une y nos recuerda cuánta vida con sus tormentas y sus amores vivimos juntos. Yo, aprendí de los llaneros como diría el poeta, a ver florecer la respiración del caballo en la palma de mi mano. Aprendí también que llanero y llano son una sola geografía que quiero seguir recorriendo hasta perderme en sus misterios y lejanía."
Juanita Escobar
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