Esta exposición pretende llamar la atención sobre una realidad que fue habitual en la sociedad asturiana hasta tiempos muy recientes y que aún lo sigue siendo en otros lugares del mundo. La dura infancia. Fotografía y trabajo infantil en Asturias (1885-1971)presenta cincuenta y tres imágenes de niños y niñas trabajando para ayudar a sus familias, tanto en el medio rural como en ciudades y villas. La exposición se divide en siete apartados que se corresponden con los ámbitos del trabajo infantil: el campo, la montaña, el mar, la mina, la industria, la construcción y los servicios urbanos. Todas las fotografías expuestas pertenecen a los fondos del Muséu del Pueblu d’Asturies
El conjunto subraya, una vez más, el valor que para nuestra memoria colectiva tiene una serie de fotógrafos asturianos que, a lo largo de casi un siglo, dirigieron el objetivo de sus cámaras hacia zonas ocultas o semiocultas de la realidad cotidiana que generalmente no se consideraban «fotogénicas». Es lo que supieron hacer, con singular acierto, Miguel Rojo Borbolla, Modesto Montoto, Constantino Suárez, Rómulo Álvarez, José Ramón Lueje, Valentín Vega, Julio León Costales, Gonzalo Vega, María Cátedra o Julio Antonio Fernández Lamuño.
Hoy en día el trabajo infantil está considerado como una lacra social y muchas de las situaciones en las que se retrata a los niños y niñas de esta muestra serían inadmisibles. Sin embargo, no deberíamos proyectar sobre ellos una mirada exclusivamente conmiserativa. Es preciso analizar las circunstancias que les tocó vivir, la precariedad que acuciaba a muchas familias humildes, para entender que el esfuerzo de todos sus miembros, incluidos los más pequeños, era indispensable para su subsistencia. Conmueve en algunas imágenes la desproporcionada rudeza de los trabajos, impropios de tan menudos cuerpos; el pobre calzado o la sucia vestimenta. Se hace inevitable pensar en tantos niños y niñas que no pudieron asistir a la escuela o que tenían que ausentarse de ella durante días o meses enteros para trabajar y que nunca disfrutaron de unas verdaderas vacaciones. Pero se percibe también en muchos de esos rostros, con frecuencia sonrientes, una suerte de orgullosa satisfacción por saberse útiles, por sentirse «mayores», por participar en actividades propias de los adultos.
Más allá de si se trataba de un empleo remunerado, de si estaba sujeto a un horario o a unas relaciones laborales como las que se usaban en el mundo adulto, la resistencia física podía ser la única condición para que los niños se incorporaran al trabajo. Los vemos así en estas fotografías, desde muy pequeños, guiando parejas de vacas que roturan el campo o llevándolas a pastar; miramos a esos solitarios pastores de montaña que son los «motriles», a los tiznados guajes de la mina, a los esforzados pinches de la construcción, a los aprendices de las fábricas, a los vendedores callejeros de periódicos, a los repartidores de todo tipo… Muchos de los trabajos que realizaban tenían una consideración menor pero resultaban realmente imprescindibles. Es el caso, por ejemplo, de las labores de limpieza de herramientas y maquinaria, que se encomendaban con frecuencia a los más pequeños y que, por ese motivo, solían ser los últimos en abandonar el puesto de trabajo.
Si la invisibilidad social fue siempre consustancial al trabajo infantil, en el caso de las niñas lo fue por partida doble, al estar casi siempre recluidas al ámbito doméstico y por seguir la segregación de género las mismas pautas que en el mundo adulto. Desde muy pronto tenían que sustituir a la madre en numerosas tareas (limpiar la casa, cuidar de los hermanos pequeños, traer agua de la fuente).
La fotografía, soporte imprescindible de la memoria colectiva, será el fiel testigo del pasado que nos permitirá mostrar niños y niñas en el campo, la montaña, la construcción, la mina, las fábricas, los talleres de costura… Niños y niñas vestidos como adultos y trabajando como ellos. Niños y niñas que no asistían a la escuela o se ausentaban de ella durante días, o durante meses enteros, para trabajar y que no podían disfrutar de unas verdaderas vacaciones.
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