Es la exposición que Nestor Basterretxea quería. Apenas puso objeción a la propuesta que se le hizo. Tampoco necesitó demasiadas aclaraciones. Pero sí introdujo alguna innovación que la enriquecía. Tenía la intención de realizar una selección de la obra guardada en el caserío Idurmendieta para que representase buena parte de su actividad, que fuera distinta a las muestras celebradas los últimos años en el Museo de Boinas de Balmaseda o en el de Bellas Artes de Bilbao.En esta ocasión, el lugar está distribuido en salas diferentes. No pueden faltar sus obsesiones y tiene que haber novedades. Hay que poner en escena cuestiones íntimas, algunos aspectos menos tratados y mostrar un balance de lo primero que hizo y parte de lo último que estaba realizando. Se trata también de presentar sus películas y utilizar audiovisuales temáticos. Pero, sobre todo, se trata deque se oiga el pensamiento del propio autor contextos dispuestos a lo largo de todo el espacio.
El artista bermeano era multidisciplinar, un renacentista que atiende a los más diferentes frentes y estímulos. Todo le interesaba y cualquier cosa le llamaba la atención. Fuera local o universal, del pasado o del presente.
Su actividad ha sido frenética y la ha desempeñado hasta el último aliento. Un trabajo ingente, fecundo, que acapara actitudes diferentes y las más distintas expresiones artísticas. Es mucho más que un escultor al uso que desarrolla su disciplina creativa y la lleva a distintas posibilidades expresivas y materiales. Es un artista total que tiene la avidez de una curiosidad sin límites. Hay un Nestor dibujante, pintor y cartelista de lo grandilocuente o de lo humilde y efímero. Otro, que es diseñador de funcionales y expresivos muebles. Un cineasta que trabaja la narración, el ritmo del tiempo y el encuadre para encadenar secuencias que descubren emociones y sentimientos muy soterrados. Incluso hay un arquitecto cuyas edificaciones procedentes de los fundamentos racionalistas llegan hasta el imaginario de fachadas novedosas. Y también existe el escritor como un creador integral que toma el pulso a su historia. Perode su personalidad hay que destacar, especialmente, su enorme generosidad para con la totalidad de la vida social y cultural. Su responsable comportamiento ético y su enorme compromiso con el arte le han hecho merecedor de numerosos premios, y su figura se inscribe entre la de los más grandes y fecundos creadores de Euskal Herria.
Junto a Jorge Oteiza, Eduardo Chillida y Remigio Mendiburu, Nestor Basterretxea constituye un póquer de escultores que conviven en Gaur, grupo del que nace el Movimiento de la Escuela Vasca en 1966. Su legado ha forjado la construcción de una renovada identidad, cuya toma de consciencia cultural supone la activación de los lenguajes más vanguardistas y elitistas, sin por ello perder las esencias de la tradición popular.
El artista vizcaíno, afincado en Hondarribia, pasa trabajando largas noches en vela. «A mis 90 años, el trabajo no es un castigo, me hace sentirme más vivo.» Sobre todo dibuja y dibuja, con trazo recio y preciso: «¡Es que hago uno al día, y a veces he hecho hasta tres! (…) Me importa mucho el equilibrio, no la simetría, el equilibrio; con cosas distintas, que no caiga». «Sigo teniendo ideas y por lo tanto produciendo cosas nuevas.»
Que la inspiración te coja despierto y en el taller, cuentan que decía Picasso. Hay que aprender de los maestros y seguir su ejemplo. Tenerlos en cuenta siempre. «Leer es vivir la vida propia y la de los demás», decía José Luis Sampedro. Los secretos ya no están en su sitio, habrá que volver a buscarlos una vez más. Lo que hace a las personas grandes no es su tamaño, sino los huecos que dejan.
Xabier Sáenz de Gorbea, comisario de la exposición
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