degoteo
La obra de Chelo Matesanz recala en Robayera
Chelo Matesanz es la protagonista de la segunda cita de la temporada estival de la Sala Robayera, que este año celebra su treinta aniversario. Bajo el epígrafe “degoteo” y con el apoyo del Ayuntamiento de Miengo y la Consejería de Cultura, Educación y Deporte del Gobierno de Cantabria, esta muestra individual se presenta el viernes 14 de julio a las ocho de la tarde (se ha trasladado la inauguración a un viernes para evitar la coincidencia con la apertura de Artesantander el próximo sábado).
La exposición se encuentra vertebrada por tres composiciones de fieltro cosido sobre telas de gran formato y una selección de dibujos realizados con tinta roja pertenecientes a la serie “Lo que Lee Krasner podía haber hecho… pero no hizo”, donde Chelo Matesanz simula la técnica de goteo que hizo
Las telas cosidas con fieltro dibujan manchas rojas sobredimensionadas que sustituyen el líquido y el goteo propios del expresionismo abstracto. Por su parte, los dibujos de tinta simulan los pespuntes de hilo de una composición que remite al característico dripping del pintor norteamericano, realizados “bajo la misma conciencia con la que se hacen los bordados, una reunión de mujeres que cantan, rezan o hacen tertulia de sus deseos y anhelos mientras confeccionan el manto de la virgen de su pueblo”, explica Chelo Matesanz en la entrevista realizada por Bea Espejo que introduce el catálogo de la exposición. El azar de las salpicaduras de Pollock es sustituido aquí por un trabajo minucioso y consciente. La composición, tal como explica Estrella de Diego en uno de los textos incluidos en el catálogo, “aparenta un azar que la aguja borra con su disciplina abrumadora”. Coser o dibujar sirven a la artista para “subrayar el anonimato” de las prácticas de las mujeres dentro y fuera del arte. A este respecto, cabe destacar que la exposición en la Sala Robayera se abre al público un mes después de la clausura de la colectiva de expresionismo abstracto que recientemente ocupaba las salas del Museo Guggenheim de Bilbao, donde las pintoras adscritas a dicho movimiento se encontraban escasamente representadas.
Las distintas configuraciones abstractas de color rojo de las composiciones de Chelo Matesanz sugieren manchas de sangre que simbolizan la violencia implícita de una trayectoria –la de Lee Krasner– invisibilizada por la “construcción simbólica del mito” de Pollock, además de subrayar la tensión que existe entre las jerarquías y relaciones de poder que se establecen a partir de las divisiones binarias de género.
Chelo Matesanz recurre a las técnicas consideradas menores, como la costura o el dibujo, para realizar una construcción pictórica que a menudo prescinde de la pintura. Con ello plantea una reflexión sobre los medios plásticos, salpicada de ironía y notas de humor, con la que nos aproxima a determinados patrones sociales y culturales.
Completan la muestra dos vídeos en loop que llevan por título “Nos modelamos y nos amoldamos” y “Chocolate, molinillo”, donde la artista presenta una serie de acciones que sugieren procedimientos o experimentaciones artísticas que le ayudan a matizar, a través de la crítica y el sarcasmo, los contenidos de la serie “Lo que Lee Krasner podía haber hecho… pero no hizo”.
Doctora en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco y profesora titular de la Universidad de Vigo, Chelo Matesanz (Reinosa, Cantabria) inicia su trayectoria expositiva entre finales de los ochenta y principios de los noventa. En 1994 es premiada en la Muestra de Arte Joven del antiguo MEAC de Madrid y, un año después, recibe la beca de la Fundación Botín, siendo en 1996 galardonada con el Premio JASP Mejor Artista Joven de la Feria ARCO. Su obra ha sido expuesta en museos y centros de arte nacionales e internacionales. Asimismo, es parte de los fondos de colecciones como la Fundación Botín, la Colección Norte del Gobierno de Cantabria, la de la Fundación La Caixa, la Fundación ARCO, la Fundación Coca-Cola España o la del CGAC de Santiago de Compostela, entre otras.
En 2014 el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) de Santiago de Compostela ofrecía una importante retrospectiva de su trabajo bajo el título “Mis cosas en observación”, donde se incluía la serie que ahora se muestra en la Sala Robayera, parte de la cual pudo verse por primera vez en la muestra “Nos modelamos y nos amoldamos” comisariada por Mónica Álvarez Careaga en la Sala Luz Norte de Santander en 2002.
Las últimas comparecencias en solitario de Chelo Matesanz en Cantabria tuvieron lugar en 2009 con motivo de la muestra “Autorretratos” en el CASYC de Santander y en 2006 con “Las flores pintadas no huelen a nada” en la galería Del Sol St. de Santander.
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