En el proyecto La subversión íntima que presentó en los “Eventos Colaterales” de la 55 Bienal de Venecia, Ángel Marcos (Medina del Campo, 1955) hacía una crítica a lo real y una denuncia al simulacro poniendo en evidencia que el mundo actual se ha reducido a lo financiable. Entre la realidad y la virtualidad contemporáneas, el autor orientaba estas acciones fotográficas hacia espacios abiertos a la economía de los afectos, recorriendo arquitecturas y apropiándose de preguntas para plantear posibles respuestas.
Partiendo de aquellas premisas y aportando nuevas lecturas éticas y estéticas, el artista vallisoletano presenta ahora El desorden establecido en la Capilla de la Trinidad del Museo Barjola, una instalación compuesta por un centenar fotografías que vuelven a poner en entredicho esos aspectos políticos, artísticos y sociales generando un doble punto de vista sobre la arquitectura del lugar elegido y armonizando las divisiones simbólicas y reales del espacio expositivo.
Se trata de un laberinto empírico, delicado y sutil juego de imágenes suspendidas y conjugadas con reflexiones visuales extraídas de barrios como Las Tudas o La Mota, de Medina del Campo, el pueblo natal y residencia del artista, que mantiene allí su estudio tras dos décadas de éxitos internacionales. La ausencia de tácticas consumistas, en el silencio y en el vacío del llamado mensaje de la imagen comercial, sugiere una nueva arquitectura germinativa para este espacio barroco gijonés.
El proyecto muestra las piezas en dos niveles, una vez más, conjugando lo real y lo virtual, lo terrenal y lo espiritual, con criterios instalativos adecuados a este singular espacio. A través de instalaciones, luces y fotografías, Ángel Marcos realiza una investigación concisa sobre algunas realidades urbanas, civiles y sociales de nuestro tiempo. Se trata de imágenes de objetos domésticos, cotidianos, plasmados con una calidad técnica envidiable.
La construcción que ocupa el centro de la Capilla de la Trinidad, realizada a partir de materiales mixtos (madera, hilo, fluorescentes) y otros elementos complementarios (una silla, un calendario, una jaula) componen esta relectura de lugares familiares y conmovedores, “doloroso e íntimos”, como señalaba en Venecia el crítico italiano Fabio Bozzato. Ángel Marcos registra los detalles sencillos de los interiores de las viviendas: alfombras, cómodas, camas, estampitas, macetas, enriquecidas con videos y archivos sonoros que mezclan los cantos de los pájaros y las alabanzas flamencas.
El viaje es una constante en el trabajo de este artista de trayectoria internacional, que ha convertido el género del paisaje urbano en una constante de su obra fijándose en los campos de Castilla, pasando por grandes urbes internacionales (Nueva York, La Habana, Pekín, Madrid, Barcelona) y plasmando las huellas de la alienación contemporáneas.
(Ángel Antonio Rodríguez)
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